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10/07/2019

La importancia del factor humano en la prevención y seguridad contra incendios.

Por Jon Michelena Murguerza, Director General de Cepreven.

Siempre hay defensores de la «versión complot» en cualquier suceso importante, incluso es posible que en alguna ocasión acierten por mera cuestión probabilística, en la que se defienden orígenes siniestros; vía mano negra en incendios emblemáticos, como el de la torre Windsor en Madrid, o la reciente catástrofe en la catedral de París, de la cual circulan por Internet infinidad de teorías explicando por qué ardió Notre Dame: desde intereses del Presidente Macron para acallar a los «chalecos amarillos», hasta una persecución generalizada a los católicos con ataques a iglesias en toda Francia.

TODAVÍA no tenemos una versión oficial de lo que ocurrió y también se barajan causas más probables: la aparición de colillas en la cubierta puede inducir el origen hacia una de ellas mal apagada, la existencia de una instalación eléctrica, inicialmente temporal, que llevaba años activando las campanas o la instalación de un montacargas eléctrico lo inclinan hacia un cortocircuito… Tendremos que esperar hasta que finalice la investigación oficial de lo ocurrido, que nos dará una versión igualmente oficial, la cual no satisfará a los amigos del complot, quienes verán reforzada sus teorías por detalles aislados de esa investigación. Siempre ocurre.

Los complots y las manos negras existen. Graham Greene, un ex espía británico reconvertido a novelista, narró en sus libros múltiples ejemplos de las actividades de los servicios secretos durante la Guerra Fría. De todo su trabajo, hay una de sus novelas, «El Factor Humano», en la que ilustra, de una forma magistral, la importancia del comportamiento de las personas, de sus lealtades y ambiciones frente a los medios técnicos, aun siendo estos los más sofisticados.

Alejándome de la teoría de la conspiración, nada más lejos de mi intención que justificarla, sí quiero incidir en la importancia de ese factor humano en el mundo de la prevención y de la seguridad. En algunos ámbitos hemos avanzado bastante. En la seguridad laboral, por ejemplo, ya es difícil encontrar trabajadores que no dispongan y utilicen los EPIs necesarios; o en ciberseguridad, donde la mayoría de los usuarios conocen la existencia de correos maliciosos y los riesgos de hacer click donde no deben. Cierto es que sigue habiendo accidentes laborales y que muchos ciberataques consiguen su objetivo, pero no menos cierto es que el nivel de concienciación de los usuarios es elevado.

En relación con los incendios, esa concienciación es menor, el factor humano se diluye y muchos de ellos, sin serlo, acaban declarándose como fortuitos. Es triste ver vídeos de cámaras de seguridad de naves que han sufrido incendios, en los que se aprecia que los trabajadores no saben cómo reaccionar, no son capaces de utilizar un extintor, bien porque no los encuentran o porque no saben qué tipo de extintor es el adecuado. Todos los establecimientos industriales y comerciales deben contar con las dotaciones que exige la Normativa de Protección Contra Incendios, como mínimo extintores, y todos los trabajadores deben estar formados en prevención de riesgos laborales. Todos ellos deben disponer de medidas para la actuación en caso de incendio y muchos de ellos deben contar, por normativa, con un plan de autoprotección que incluya un plan de emergencia y evacuación, y realizar simulacros anuales para comprobar su funcionamiento.

La realidad es bien distinta. El factor humano vuelve a atacar con fuerza. Desde el empresario que intenta minimizar el gasto, hasta el trabajador que no ve la necesidad, pasando por los proveedores que intentan que sus productos sean lo más competitivos. La realidad que genera nuestra legislación es esta: el empresario necesita un papel que diga que está todo en orden, el trabajador necesita otro que diga que sabe todo lo que tiene que saber, y hay proveedores que se lo facilitan de una forma económica y de fácil acceso. Yo mismo me he visto obligado a realizar un curso online sobre medidas de prevención de incendios porque necesitaba un papel, donde daba indicaciones sobre cómo actuar en caso de incendio y cómo manejar un extintor. Dejando a un lado que es muy fácil entender algo cuando ya lo sabes y que siempre se puede hacer mejor, la información era suficiente y correcta. Si el resto de los trabajadores españoles tienen que hacer un curso similar, ¿por qué no funciona el sistema? Nos topamos de nuevo con el factor humano. Si no explicamos y convencemos a los trabajadores de la necesidad de conocer qué deben hacer en caso de emergencia, no conseguiremos nada. Los cursos obligatorios funcionan mal si no se es consciente de que el valor que aportan va más allá del diploma que nos entregan al finalizar el mismo.

Sería injusto aplicar todo lo comentado a todas las empresas. Hay algunas, cada vez más, que perciben la seguridad como un tema estratégico y no como una imposición normativa. Por lo general, van más allá de lo prescrito en la normativa en todos los campos de la seguridad. Tienen un plan de autoprotección eficiente e implantado, y el personal está entrenado en lucha contra incendios, algunos capacitados para combatir grandes incendios industriales y otros adiestrados para apagar el incendio de una papelera.

Por muchos cursos prácticos de extinción que haya impartido, nunca dejan de sorprenderme los alumnos. A pesar de que todos deberían haber realizado la formación obligatoria y de que en la parte previa a las prácticas se les ha explicado, una parte importante de las personas no asimilan los conceptos hasta que cogen un extintor y se dirigen al incendio para apagarlo. Todas las personas deberían realizar, al menos una vez, prácticas de extinción con fuego real. Conocer el peso del extintor y la duración de descarga es muy importante, pero conocer la reacción de uno mismo ante la necesidad del uso de un medio manual para controlar un fuego es imprescindible. Recuerdo el primer curso al que asistí como alumno tras mi incorporación en Cepreven. La última jornada trataba del comportamiento humano en situaciones de emergencia. Se me quedó grabado un dato que facilitó María Dolores Paíno, la psicóloga especialista que impartía el tema: «En situaciones de emergencia real imprevistas, el 80% de las personas realizan acciones diferentes a lo que ellas mismas suponían que iban a hacer». Por ello, es muy importante que todas las emergencias estén previstas en el plan de autoprotección y ensayadas en simulacros, con el fin de garantizar que cada una de las actuaciones por parte de los equipos sea llevada a cabo de forma correcta.

Antes de finalizar, quiero señalar la importancia del factor humano como causa de incendios, entendiendo causa como el motivo por el que ha habido un incendio y por origen el fenómeno que ha generado la combustión. El origen del incendio puede ser un cortocircuito, pero la causa será el mal diseño de la instalación, una mala selección de componentes, el mantenimiento defectuoso, la sobrecarga de los sistemas o una combinación de ellos, todos achacables al factor humano. Si trabajamos el factor humano mediante la concienciación para que todas las personas sean conscientes de los peligros que en cada momento nos acechan, conseguiremos hacer prevención de verdad. Consigamos entre todos que los diplomas, certificados y demás documentos necesarios sean la consecuencia de un trabajo bien hecho y no un fin en sí mismo. Si lo conseguimos, podremos presumir de una legislación estricta y eficiente; si no, continuaremos viviendo en el mundo del papel al mejor postor