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30/11/2016

Evaluar Bien, para invertir Mejor

Artículo de opinión de Miguel Ángel Saldaña Albillos, Ingeniero Industrial

Entre los privilegios que han acompañado mi vida, ocupa un destacado lugar el poder alejarme en la época estival de las insoportables temperaturas matritenses, y alternar el disfrute de dos pequeños paraísos asturianos casi juntos, en los que en la actualidad olvido "casi" todo lo relacionado con mi ya muy lejana vida profesional.

El " casi "viene condicionado por dos factores: Las visitas que recibo de entrañables amigos, que en su día fueron pioneros de algunas parcelas de la Seguridad en España y con los que resulta imposible eludir total o parcialmente algún tema relacionado con nuestras comunes vivencias ;y la desgraciada reiteración de siniestros catastróficos de envergadura que, aparte de horrorizarme, me hacen reflexionar dada la confusión que sigo observando con la definición del concepto SEGURIDAD en relación con los riesgos que nos acechan y la forma de tratarlos.

Aquellos que me conocen y aún me acompañan con regularidad, conocen de mi obsesión por definir términos y acotar conceptos para poder así hablar con la máxima propiedad posible.

Siempre me han intrigado los "conceptos absolutos" tales como: Libertad, Felicidad y, por supuesto: …. ¡SEGURIDAD! No creo descubrir nada si afirmo que, implícitamente, todos hablamos de ellos como objetivos básicos alcanzables solo en forma parcial (quizá debería exceptuar a los creyentes y la aspiración a la felicidad absoluta) por lo que hemos de entender que en la persecución de lo absoluto tratamos de encontrar "niveles óptimos de......", a menos que logremos definir mediante la correspondiente Norma dichos conceptos.

¡Cuántas veces he tenido que responder con esta divagación a periodistas que querían saber si "España era segura", "Los rascacielos de Madrid eran Seguros”, “La industria española era segura” ...... Mi gallega respuesta habitual: "depende", soy consciente de que no satisfacía sus objetivos, pero era rigurosa y, si me lo permitían, trataba de aclarársela.

Esta obsesión profesional en relación con alguno de los Riesgos a los que dediqué mis mejores esfuerzos, me llevó a encontrar y admirar a algunos Investigadores ,que con su encomiable esfuerzo trataban de satisfacer esta inquietud —mi inolvidable recuerdo aquí para el gran ingeniero suizo Max Gretener y sus trabajos para definir, previamente y con la máxima exactitud posible, la dimensión de un posible incendio cuantificando todos los factores que condicionaban su posible nacimiento y envergadura—. Siempre seguí estos ejemplos y de ellos aprendí a acercarme a la verdadera dimensión de los riesgos que nos acechan.

Lamentablemente este año ha sido noticia, a finales de agosto, el terrible terremoto en Italia y nuevamente se ha planteado la cuestión de la posibilidad de que ocurran y de que se destruyan edificios, incluso los de nueva construcción, presuntamente realizados ya con modernas técnicas anti-sísmicas.

Tanto para los riesgos de dimensión más limitada, como para los denominados catastróficos, el tratamiento ha de ser el mismo: Partiendo de la base de que las inversiones nunca pueden ser ilimitadas, se han de poder evaluar lo más correctamente y, en función de su posible frecuencia e intensidad (los dos factores básicos que han de condicionar la decisión) tomar la más oportuna, sea en el ámbito público o en el privado.

Solo la correcta evaluación de riesgos permitirá normalizar y regular con eficacia, así como posibilitar la toma de decisiones si no infalibles sí racionales, y adaptadas a la presumible dimensión que puedan alcanzar los correspondientes siniestros.

Se ha de encontrar la mejor solución para intentar resolver la cuestión "siniestros previsibles versus regulaciones e inversiones posibles". Y, especialmente, esta evaluación correcta nos ha de permitir incidir en aquello que nunca se ha de olvidar: la PREVENCIÓN.

Desde la privilegiada plataforma que mi avanzada edad representa y la plena conciencia de que estoy en "The final curtain of my professional way", me permito realizar un llamamiento para evaluar bien los riesgos, invertir en forma correcta y, especialmente, practicar las adecuadas políticas y técnicas preventivas para tratar de evitar todo aquello que pueda ser humanamente evitable.

Miguel Ángel Saldaña Albillos

Ingeniero Industrial